La crisis internacional por la que atravesamos comenzó en el sector financiero. Los elevados precios especulativos que la propiedad inmobiliaria habían alcanzado y, el posterior desplome de estos, generó una serie de defaults en el crédito inmobiliario. Como gran parte del riesgo de este crédito había sido distribuido a través de instrumentos financieros al sistema financiero global, las repercusiones de estos default impactaron en el ámbito financiero de todo el mundo desarrollado. Esto se tradujo en una fuerte reducción del crédito disponible.
La crisis se extendió por el conjunto del sistema financiero, disminuyendo el valor de las acciones. La reducción del precio de los activos (la propiedad inmobiliaria y los activos financieros) bajó fuertemente la riqueza de las familias, que se ajustaron achicando el consumo. A su vez, las empresas contrajeron la inversión, al experimentar una baja de la demanda.
La inversión empezó a bajar ya el segundo trimestre de 2007, mientras que el consumo de los hogares muestra una declinación muy pronunciada a partir de finales de 2008. El consumo privado ha empezado a reactivarse desde finales de 2009 de manera pronunciada, pero la inversión se ha recuperado de manera mucho más modesta. Un comportamiento similar se observa en los demás componentes del PIB. La importante contracción del consumo y la inversión, y la consiguiente caída del PIB generó la necesidad de políticas expansivas. Los países desarrollados, y en menor medida los países en vías de desarrollo, adoptaron políticas keynesianas expansivas, tanto monetarias como fiscales.
En materia de política monetaria los bancos incrementaron sus hojas de balance concediendo préstamos importantes a las instituciones financieras, y se fijaron metas de tasas de interés bajas. Más adelante los bancos llevaron una política agresiva de compra de activos de los bancos, en un esfuerzo por evitar la quiebra abierta de muchos bancos y regularizar el mercado de crédito.
La política monetaria expansiva fue complementada con una política fiscal agresiva, que incrementó fuertemente los déficits fiscales, principalmente de los países desarrollados y emergentes. Políticas de este tipo fueron promovidas para todos los países, y la frase «ahora todos somos keynesianos» se convirtió en muestra del momento que se vivía.
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