Diálogo con Armando Loaiza*
¿Es certero y oportuno acudir a la Haya?
La decisión de llevar el caso boliviano a La Haya parece justificarse en la frustración y el cansancio de los bolivianos ante una falta de voluntad de parte de Chile para llegar a una solución satisfactoria de la reintegración marítima. El Gobierno de Morales, que tiene una tamaña capacidad mediática, ha desarrollado una liturgia, una narrativa y un discurso justificatorio de su acudimiento a la CIJ de La Haya, que lo vende muy bien en la esfera interna, pero que parece más enjundioso que efectivo y coherente.
Al acudir a una instancia jurisdiccional, el gobierno boliviano ha decidido utilizar uno de los medios para la resolución pacífica de controversias, y eso es legítimo. Pero debemos ser conscientes de que, al dar este paso, Bolivia entrega a un tercero, en este caso la Corte de La Haya, la definición de una cuestión tan delicada y sensible para los bolivianos, una tercera instancia sobre la cual no tenemos la capacidad de influir, y por lo que tenemos que limitarnos a esperar su decisión.
¿La reacción en Chile era previsible?
Hace pocas semanas estuve en Chile, y he podido advertir un clima muy adverso hacia Bolivia. El impacto de la decisión de acudir a La Haya, y “judicializar” la demanda marítima, como allí se dice, ha impactado duramente en la opinión pública chilena. Y lamentablemente esta cuestión se ha instalado en el debate electoral chileno. Las posiciones contrarias a un arreglo amistoso con Bolivia se han radicalizado. El discurso de la clase política es el más duro y radicalizado de los últimos cincuenta años. Y no solo del presidente Piñera. Incluso Bachelet ha señalado que apoya integralmente al presidente Piñera en su postura endurecida hacia el gobierno de Bolivia. El mismo candidato de izquierda, Marcos Enrique Ominami, que en muchas ocasionas había expresado su simpatía por un arreglo que pueda devolverle a Bolivia una salida al mar con soberanía, ahora está alineado en el rechazo a la demanda boliviana en La Haya. Ni qué decir de los sectores más nacionalistas y contrarios a cualquier arreglo. Todo ello me preocupa mucho.
Chile es un pueblo a veces muy nacionalista, hasta soberbio incluso, y enormemente sensible a cualquier cosa que tenga que ver con soberanía. Tenemos la prueba de que esta nación estuvo decidida a ir a una guerra con la República Argentina, por el grave contencioso del canal del Beagle en 1978. La milagrosa intervención del Vaticano, liderado por Juan Pablo II, arbitró un arreglo al diferendo y evitó una conflagración bélica fratricida.
¿Cómo ha impactado en el Perú?
Perú ha hecho conocer su absoluta prescindencia en el contencioso boliviano-chileno en La Haya y explicitado su total neutralidad en la querella jurídica que allí se instala. Ha de recordarse que el ex-presidente peruano Alan García, ha menospreciado o minimizado la demanda marítima boliviana en la CIJ de La Haya. Lo preocupante es que la política peruano-chilena que busca estructurar un proceso de amistad y cooperación recíproca, concuerde en aquello que han expresado los Cancilleres y Ministros de Defensa de ambos países, en sentido de que ellos procurarán mantener inalterable la frontera común. Ello implica dejar de lado a Bolivia. En lo que toca a Chile ese es un gravísimo retroceso. Ese lenguaje no se lo escuchaba hace décadas (por lo menos desde 1929 en oportunidad del encierro a Bolivia, pautado en un protocolo adicional al Acuerdo sobre Tacna y Arica). Los excesos verbales bolivianos en la línea irredentista-judicialista, de este último tiempo, han generado esas reacciones negativas en nuestros vecinos del Pacífico
¿Qué viabilidad tiene entonces la demanda presentada en La Haya?
Unas políticas exteriores vecinales sin un norte estratégico superior provocan unos distanciamientos y una inútil crispación. Incoar un proceso jurisdiccional en la CIJ por parte de Bolivia es tarea muy delicada y de alta responsabilidad. Bolivia ahora debe preparar su memoria, documento fundamental en el que habremos de documentar y probar nuestra postura en sentido de que un conjunto de actos, declaraciones y concordancias diplomáticas entre ambos países, han generado una obligación chilena de negociar con Bolivia, de manera útil y positiva, una salida al mar. Chile seguramente exigirá que se le pruebe que en esos pasados procesos de negociación concurrió con una voluntad probada de alcanzar el fin de concederle a Bolivia una salida soberana. Incluso Chile, si nuestro documento no resulta consistente, podría, transcurridos tres meses de la presentación de la memoria boliviana en la CIJ, alegar que la Corte se declare incompetente o no admita nuestra demanda. Ello debería ser refutado. Contemporáneamente al juicio en la CIJ y ulteriormente, hemos de edificar un proceso post- La Haya positivo, con una intensa tarea diplomática.
La acción en La Haya pone más distancia y tensión a la relación con Chile
Hay casos precedentes en el continente que debemos tomar en cuenta, como el juicio entablado entre la Argentina y Uruguay por la cuestión de la instalación de una industria papelera sobre el río Uruguay; asimismo el reciente juicio entre Colombia y Nicaragua que acaba de arreglarse hace un par de meses, y también el caso actual entre Perú y Chile que se ventila en La Haya. En todos estos casos, los gobiernos han buscado crear un clima diplomático positivo entre los países contendientes, evitando que sus relaciones se deterioren o se perturben por causa de los conflictos judiciales. La relación actual entre Perú y Chile es aleccionadora: ambos países han pasado de gestionar en los últimos años de 9.500 millones de dólares a 24 mil millones de dólares de inversiones, además de 7.500 millones de dólares de comercio recíproco, incrementado en los últimos tres años.
Las autoridades peruanas y chilenas han sido muy pragmáticas, pues han sabido encarar sus vínculos por cuerda separada: el conflicto territorial a través del juicio en La Haya, a la vez que se han dado a desarrollar una vasta agenda económica y comercial bilateral. Es más, ambos países se han prometido a sí mismos iniciar una nueva era de relaciones, más allá del fallo de la Corte de La Haya, toda una nueva etapa histórica de cooperación y amistad entre Perú y Chile, que cierre, según esperan, el capítulo de discrepancia tradicional histórica derivado de la Guerra del Pacífico.
Para Bolivia, interponer la demanda en La Haya contra Chile, no debería cerrar el camino del diálogo bilateral y la necesidad de seguir trabajando en una agenda tan rica y diversa como la que tenemos, de modo que no solo resolvamos otros problemas pendientes, sino que además desarrollemos un clima de entendimiento, de buena voluntad y de confianza, tan necesario para facilitar la negociación sobre la cuestión marítima.
Lo que puede lograrse en La Haya no es sino abrir una negociación con Chile
Yo veo que mucha gente en nuestro país no lo tiene claro. De ahí que puedan despertarse otras expectativas. Si el gobierno ha decidido ir a La Haya es porque ha optado por el camino de la negociación, y aceptando la validez del Tratado de 1904. En ese sentido, veo una actitud valiente del presidente Morales de dejar de lado la revisión de dicho instrumento, pues ello es lo congruente con lo establecido en el Pacto de Bogotá, la puerta interamericana para aceptar la jurisdicción obligatoria de la Corte. Ciertamente un segmento de intelectuales y políticos bolivianos neo-revisionistas pueden haber quedado desairados. Bolivia busca tener un título legal que legitime su posición ante la comunidad internacional y tenga más fuerza moral y jurídica para sentarse con Chile en una negociación conducente a la salida soberana en el Pacífico.
¿Qué puede ocurrir si la demanda en La Haya no prospera?
Es lo delicado de llevar este tema a un tribunal internacional. Como lo dije antes, es una decisión muy grave porque al entregar la decisión a una tercera instancia, perdemos la capacidad de resolver por nosotros mismos. Recordemos que en 1919 Bolivia sufrió un duro revés en la Liga de las Naciones. Allí acudimos con gran idealismo, de la mano de personalidades como Franz Tamayo, Demetrio Canelas y Bautista Saavedra. Y sin embargo, el pedido boliviano de modificar el Tratado de 104 fue rechazado. Ese contraste para Bolivia supuso cerca de treinta años en que la cuestión marítima estuvo prácticamente archivada, y no fue sino hasta 1950 que se pudo volver a colocar el tema marítimo en la agenda con Chile. Desde luego estamos en otros tiempos. Hoy la dinámica internacional es intensa, y muchas cosas han cambiado en la esfera internacional. De cualquier modo, nuestro gobierno se ha jugado una carta política delicada, quizás ganado por la impaciencia. Pero no hay duda que los riesgos son enormes.
¿No ocurrirá que en la eventualidad de un traspié en la Haya, ¿Evo vuelva a la tesis de denunciar el Tratado de 1904?
El gobierno ha llegado a la conclusión de que política y diplomáticamente es inviable una tesis de revisión del Tratado de 1904. Lo que cabe esperar es que el gobierno sea consecuente con la línea de la negociación. Sería inconveniente actuar emocionalmente. Y en eso también nos sirve la lección de la historia. Pienso, por ejemplo, que Bolivia nunca debió concurrir a la Guerra del Chaco; ese conflicto pudo resolverse diplomáticamente, y nos hubiera evitado la hecatombe que fue. En política internacional debemos evitar las actitudes emocionalistas, que no son buenas consejeras.
¿Una negociación amigable, y no impuesta, podrá tener acogida en Chile?
Mi experiencia diplomática, unida a mi conocimiento de la sociedad chilena, me lleva pensar que hay un sector de la inteligencia chilena que asume que la guerra del Pacífico fue un hecho histórico del que Bolivia salió gravemente dañada, y que entiende la necesidad de buscar una reparación histórica; ese segmento de la élite de Chile, creo yo que está preparado para buscar un arreglo pacífico con Bolivia. Quiero creer que ocurre lo mismo en el Perú. También creo que hay otros protagonistas que aquí en Bolivia estamos olvidando, como los Estados Unidos, que, por décadas, jugó siempre un rol de mediación, de cercanía, y muchas veces en apoyo de la causa marítima boliviana. También hay que considerar el papel que puede jugar la Unión Europea, y desde luego los otros países del hemisferio, sin excluir a la Santa Sede. Y desde luego el Brasil, por todo lo que significa en la región y su proyección internacional. Todo depende de lo que hagamos los bolivianos, y de la sagacidad y consistencia para abrir un espacio de negociación bilateral, secundado por la comunidad internacional.
- Ex Canciller, fallecido en 2016. El diálogo completo puede leerse en: Las aristas de la demanda de Bolivia contra Chile en La Haya, Fundación Milenio, Serie Análisis: https://fundacion-milenio.org