Entrevista: Roberto Laserna, economista e investigador
El comportamiento macroeconómico en estos 12 años de gobierno tuvo dos aristas: una marcada por la histórica bonanza económica y otra a partir del 2014, por un inobjetable enfriamiento de la economía.
En contacto con El Día, Roberto Laserna, economista, autor del libro: «La trampa del rentismo», evalúa y define que Bolivia desaprovechó la época de oro, que en el fondo significaba diversificar la matriz productiva del país.
P. ¿Cómo evalúa estos 12 años de gobierno de Evo Morales?
R.L.: Es evidente que en estos 12 años la economía ha crecido. La cantidad de productos, de bienes, la dimensión del mercado han aumentado significativamente en el país. Esto también ha permitido que haya una gran movilidad social que hizo que mucha gente salga de la pobreza y que forme parte de las clases medias. Hay nuevas élites económicas que se han enriquecido. Entonces, la estructura social, basada en la economía, se ha modificado.
P. ¿Esa realidad es atribuible al desempeño de este gobierno?
R.L.: El problema está en eso. Es que no logro ver cuál de las medidas de política económica, del gobierno, pueden haber tenido un rol positivo para que esto ocurra. Tengo la impresión de que con este o con cualquier otro gobierno hubiera pasado exactamente lo mismo. Incluso, creo obviamente un gobierno con políticas más adecuadas y abiertas a aprovechar la situación, hubiera tenido un desempeño mejor.
P. ¿Por qué esa afirmación?
R.L.: Es que, creo que en este periodo la expansión del mercado no ha sido aprovechado por los productores locales sino por los comerciantes y los importadores. Una gran parte de la nueva demanda de las clases medias, altas y de los pobres, han sido satisfechas por las importaciones que en estos últimos años se multiplicaron por diez.
Entonces, hay muy poco aprovechamiento de los sectores productivos locales, la industria no ha crecido al mismo ritmo, los artesanos, agricultores y campesinos tampoco. Los campesinos fueron los más perjudicados en este proceso dado que gran parte de la producción que se consume en el país viene de países vecinos, como las frutas y las legumbres.
P. ¿Estuvo ausente una política económica en ese periodo?
R.L.: Mi impresión es que no encuentro una política económica que muestre y diga que la política de gobierno ha hecho esto y ese es el efecto positivo.
Obviamente ni la nacionalización. Más bien los efectos de ese momento, a largo plazo estamos viendo ahora, con la reducción de las reservas, pérdida de mercados. Creo que ha sido un periodo en el que se ha despilfarrado mucho y se ha perdido una oportunidad de oro que tuvo la economía boliviana. Los efectos y los costos lo vamos a ver con mayor incidencia en los próximos años.
P. ¿Los economistas en algún momento han avizorado esa bonanza y la situación de hoy?
R.L.: Si hacemos una reflexión de “los economistas”, en general la mayor parte vive todavía aferrada a cierto tipo de doctrinas, teorías económicas y modelos económicos muy poco adecuados y muy poco adaptados. Una gran parte siguen siendo Keynesianos y creen que la acumulación de recursos en el Estado y el aumento de la inversión pública, van a resolver los problemas económicos y sociales; y eso no es así.
P. ¿En el caso suyo, ha advertido esta situación?
R.L.: Yo, lamentablemente, tengo el mérito de haber planteado esto, incluso públicamente, en sentido que se venía una bonanza y que la misma se iba a despilfarrar. En mi libro, «La trampa del rentismo», advierto este tema, no solo en sentido cuáles podrían ser las consecuencias de esta bonanza y de repetir los mismos modelos, sino también trabajé mucho de proponer una alternativa: que evitara los problemas de la bonanza. Lo hice con otros economistas, en procura de tratar de convencerlos, pero no tuve eco.
P. ¿La bonanza de casi 10 años nos obnubiló a todos?
R.L.: Claro que sí. Ahí está la cantidad de dinero que ingresó al país, que nos permitió decir que hay mucha riqueza, mucha producción. Pero llegado el momento, uno se da cuenta que el país que tenemos ahora, no tiene una capacidad productiva mayor que hace 15 años. Sigue siendo un país pobre y de bajísima productividad. Claro, la apariencia en nuestras ciudades ha mejorado mucho, hemos pavimentado calles, avenidas y parques; se han construido edificios modernos, en fin. Pero no sirve para producir, no sirve para generar empleos más que para alegrarnos por un momento. Ahí creo que sí hemos fallado como país, como todos.
P. ¿Y qué del capital humano que con la bonanza no se fortaleció. Es tema pendiente?
R.L.: Sí y no. Sí, en el sentido que obviamente que con tanto dinero en poder del Estado se hubiera hecho más por la educación y la salud, dado que tiene que ver con la capacidad humana y rendimiento de un país.
Es que se ha gastado inútilmente en obras públicas, infraestructura que no necesariamente tiene que ver con el incremento de la capacidad humana de los bolivianos. Y no, porque la gente que tiene la oportunidad de formarse, innovarse y aprender, lo hace sin fijarse mucho en el sistema educativo que tenemos. Sin embargo, ambos contextos siguen siendo lastres de este sistema de gobierno, que lo único que acostumbra a la población es al rentismo. Un refrán muy sabio dice en arca abierta, el justo peca, eso ha sucedido como efecto del despilfarro.
P. Se ve una leve mejora de ingresos, las exportaciones y se ofrece doble aguinaldo. ¿Qué criterio le merece?
R.L.: Estos son los intentos de tratar de estirar la bonanza y mantener un modelo, que con demasiadas evidencias, se puede precisar que no funciona. Por su puesto pueden aumentar los ingresos por exportación, pero son por efecto precio. En ese ámbito, las perspectivas no son tan buenas. Está claro que ya no tenemos la capacidad de negociar mercados a largo plazo como se tenía antes. Si hubiera que construir un nuevo gasoducto hoy, sería prácticamente imposible hacerlo. Solo se intentar calentar la economía, pero en la perspectiva electoral al 2019 de parte del gobierno. Estamos en un ritmo en caída, no somos punto de referencia en el tema del gas como hace 20 años, ahora los países vecinos ya se aprovisionan de energía y gas de otras latitudes del mundo.
‘La herencia que deja este gobierno es un país mal acostumbrado. Que solo el Estado gaste mucho. Y una economía muy sujeta a los avatares internacionales’.
10 de septiembre de 2018
Fuente: El Día