Bolivia, afortunadamente, es un país “exportador neto” de alimentos, debido a que los exporta por un valor mayor al de los productos que importa. El país ganó en autosuficiencia alimentaria a través de varias décadas, aunque resta el desafío en la producción de trigo, asegura un reciente informe de la fundación Milenio.
Si se considera a la torta de soya como alimento (aunque se usa casi exclusivamente para alimentar animales por lo que debería ser considerada forraje), la situación exportadora de Bolivia mejora bastante. Incluida la torta de soya, Bolivia ha exportado en los últimos 11 años un promedio de 855 millones de dólares anuales de alimentos, con un saldo positivo anual promedio de 456 millones. Milenio comenta que si se quita a este producto de la ecuación, el promedio anual de exportaciones se reduce a 508 millones y el saldo es de sólo 109 millones.
Es importante hacer notar que las exportaciones bolivianas están concentradas en pocos productos, mientras las importaciones son múltiples. En ese sentido, el 70% de lo enviado al exterior son tortas y aceites de soya, girasol y sorgo. Otros productos, de menor importancia, son frutas frescas y en conservas, cereales sin moler, semillas oleaginosas, legumbres frescas, leche y crema de leche, azúcares y melaza, frutas y preparados y harinas. Estos abarcan casi el 29% restante del monto exportado.
En esa lista ni siquiera aparece el café y el cacao, por ejemplo, debido a que exportan menos de 10 millones de dólares anuales de ambos.
Mientras tanto, Bolivia importa numerosos productos, muchos de los cuales el país podría producirlos si existieran mejores políticas agrícolas, e incluso exportarlos. Estos son preparaciones alimenticias, productos de molinería y almidón, preparaciones a base de cereales, refrescos y bebidas alcohólicas, alimentos para animales, azúcares, preparaciones de legumbres, hortalizas y frutas, cacao, café y leche, entre otras.
El tipo de cambio que sobreprecia al boliviano genera importaciones baratas, que mantienen por tanto los precios bajos. La importación de alimentos les ofrece a los consumidores una mayor variedad de productos y a precios más reducidos, pero en el mismo sentido perjudica a los productores locales y desestimula la producción por lo que se produce cada vez menos alimentos en Bolivia, y en menor variedad. Esa política es, por ello, preocupante y negativa.
Todo esto hace que la tendencia sea inquietante: la diferencia entre exportaciones e importaciones es cada vez menor ya que las exportaciones tienden a caer mientras las importaciones aumentan constantemente.
12 de mayo de 2018
FUENTE: Página Siete
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