Coy 351 – Oruro, decadencia minera, auge quinuero y economía informal

El departamento de Oruro tradicionalmente es una región minera. Las explotaciones y emprendimientos mineros han transitado por momentos de auge y depresión, y casi siempre según los ciclos de las cotizaciones de los metales. En la actualidad la minería orureña vive un período de severa contracción, que refuerza los sentimientos de pesimismo sobre el futuro minero del departamento. Así, entre 2015 y 2016, las exportaciones mineras se redujeron de $us 99 millones a $us 79 millones. La caída de las exportaciones de concentrados arrastra a la exportación de productos metálicos (estaño y plata) que desde un valor máximo de $us 279 millones en 2010 se han reducido a $us 242 millones en 2016, prácticamente la mitad.

Son precisamente las fluctuaciones de las exportaciones mineras las que configuran la alta volatilidad en el crecimiento de la economía departamental. La volatilidad es el rasgo característico de la economía de Oruro, y mucho más pronunciada que en el caso de toda la economía boliviana. Véase el siguiente gráfico.

En un solo año, de 2015 a 2016, las exportaciones totales de Oruro pasaron de $us 481 millones a $us 312 millones, una disminución de $us 169 millones, que se explica ante todo por la fuerte contracción de las exportaciones de estaño metálico y plata metálica, productos éstos que conforman prácticamente la totalidad de la manufactura departamental.

El boom exportador de quinua

Ahora bien, el cambio notable en la estructura exportadora del departamento, durante la última década, tiene que ver con el importante impulso de las exportaciones de quinua, que en 2016 alcanzaron a más de 28 mil toneladas, casi cinco veces más que la cifra registrada diez años atrás de 6.600 toneladas, y en evidente contraste con el continuado descenso del volumen de exportaciones de estaño, por muchos años el principal producto exportado de Oruro.

Principales productos exportados, en toneladas

El notable aumento en la cantidad exportada de quinua se vio acompañado de incrementos paralelos en los precios de este producto. Así, en 2006 la tonelada de quinua se vendió al exterior a un precio promedio de $us 1.154 dólares, en 2010 a $us 2.992, en 2014 a $us 6.552 y para luego bajar en 2016 a $us 2.740. El precio internacional de la quinua, lo mismo que de otros conmodities, está expuesto a las variaciones de precios en los mercados, y de ahí también su vertiginosa caída de 55% entre los años 2014 y 2016. Así y todo, los precios recientes son suficientes para que la quinua se hubiese situado el año anterior con un valor exportado por encima del valor exportado de los minerales de estaño, de plata y de zinc.

Exportación de principales productos, en millones de dólares

A diferencia de las exportaciones de minerales, y muy especialmente del estaño metálico, las exportaciones de quinua en 2016, menores por el efecto precio, se han favorecido de un continuado incremento en las cantidades exportadas. Un hecho sobresaliente es que por primera vez en la historia económica de Oruro un producto no agrícola, como la quinua, se posiciona como el primer producto de exportación regional, desplazando a los minerales.

Importaciones crecientes

Si las exportaciones orureñas se contraen, no ocurre lo mismo con las importaciones que se mantienen muy robustas. Es así que en diez años el valor total de las importaciones se quintuplicó, creciendo de $us188 millones en 2006 a $us 1.050 millones en 2016. Como resultado, la balanza comercial arroja un saldo negativo: las importaciones superan en tres veces el valor de las exportaciones, reflejándose una brecha que ha crecido en el tiempo.

Entre los principales productos importados resalta el rubro de combustibles, que para 2016 representa el 19% de las importaciones departamentales. Cerca del 58% de las importaciones de Oruro se hallan ligadas a actividades de transporte y comercio, manteniéndose sumamente dinámicas en el desenvolvimiento de la economía regional -predominantemente informal-, y sobre todo muy importantes en la generación de empleo urbano.


Destaca, asimismo, el crecimiento del rubro de importación de materiales de construcción, que representa actualmente el 12% de todas las importaciones, lo que se corresponde con el auge de construcciones inmobiliarias en la ciudad de Oruro. De hecho, desde mediados de la década pasada, la construcción en la capital orureña crece con un ritmo superior al crecimiento promedio del sector constructivo en todo el país, como puede verse en este gráfico.

Reflexión final

La alta volatilidad de la economía orureña es un fenómeno propio de una economía muy concentrada en un sector extractivo como la minería y con grandes dificultades para desarrollar otros sectores dinámicos. Esta volatilidad explica primordialmente la tendencia de estancamiento económico y social de largo plazo de la economía departamental.
No obstante, la economía popular en la ciudad capital no solo que muestra signos de vitalidad sino que de hecho es la que sostiene la expansión de ciertas actividades de servicios, básicamente el comercio informal y el transporte urbano e interdepartamental. Se diría que la economía local es cada vez más dependiente ya no solo de la informalidad sino también del contrabando, aunque la estadística económica no registre el valor de esta clase de actividades.

En ese contexto, no es poca cosa el boom de exportaciones de quinua, que revaloriza la importancia de la producción agrícola regional, y porque se trata de una actividad de agronegocio que tiene como principal destino el mercado internacional. Lo que no sabemos es si este es un cambio que ha llegado para quedarse o se trata tan solo de un fenómeno episódico. De cualquier manera, el avance de la quinua es lo suficientemente relevante para despertar expectativas en una región urgida de diversificar su estructura productiva. Téngase en cuenta que el 80% de las exportaciones bolivianas de quinua tienen su origen en el departamento de Oruro.

Con todo, no debe pasarse por alto las dudas que se plantean sobre la aptitud y el cuidado de los suelos agrícolas para sostener un ritmo expansivo de la producción quinuera. En ese sentido, quizá el desafío mayor tiene que ver con la urgencia de avanzar en la industrialización de derivados del grano de quinua y de desarrollar una capacidad de oferta para un mercado cada vez más competitivo y que, además, hagan posible articular la producción campesina en cadenas de valor económicamente eficientes y socialmente beneficiosas.

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