La dependencia de Potosí de la minería es un fenómeno de toda la vida, lo cual explica las fluctuaciones en su desempeño económico, condicionadas por el cambiante comportamiento de la industria minera: el buen o mal momento de la minería determina la suerte de toda la economía potosina. Así, por ejemplo, el promedio de crecimiento del PIB potosino entre 2005 y 2017 fue de 5.5 por ciento, pero sin la minería el promedio baja a 2.9 por ciento. En 2017 la economía potosina creció a un ritmo bastante menor, pasando de una tasa de 7.5 por ciento en 2016, a 1.3 por ciento; gran parte de ello se debió a la contracción del sector minero regional.
En los años pasados de la bonanza exportada, la economía potosina, mayormente minera, experimentó un notable crecimiento, que se tradujo también en la disminución de la brecha del ingreso en relación con el promedio nacional. Es así como el año 2011 el ingreso per cápita del departamento fue de US$ 2,140, en tanto que el de Bolivia se situó en US$ 2,369. Un año después la economía potosina sufría una caída importante, con la consecuencia de que volvía a ensancharse la brecha de ingresos por habitante, situación que se ha mantenido en los años siguientes. En las gestiones 2016 y 2017, el ingreso potosino ha registrado una marcada mejoría, llegando hasta los US$ 2,821, como efecto ante todo del alza de los precios de los minerales, que incrementaron nominalmente el producto regional.
Desempeños sectoriales
El modesto crecimiento departamental de 1.3 por ciento en 2017, refleja la pérdida de dinamismo de los distintos sectores de la economía potosina, pero también y, sobre todo, la contracción de la actividad más importante, la minería, que representa alrededor de un tercio del producto departamental, afectando, a su vez, al comercio local.
En ese contexto, la actividad económica de mayor crecimiento en la última gestión, ha sido la administración pública, con un 5.1 por ciento superior al 3.7 por ciento de 2016 (ver gráfico 3). Esto daría a entender que la burocracia no solamente fue mayor, sino que incluso ha sido el principal motor de crecimiento, dejando atrás a los sectores productivos; por cierto, un fenómeno que llama mucho la atención, puesto que la característica de la economía potosina no es precisamente la amplitud de los servicios públicos, como sí sucede por ejemplo en La Paz.
Cabe destacar también el crecimiento de la construcción con un 4.9 por ciento, recuperándose de una caída de 5.3 por ciento en 2016. Entre 2008 y 2015, el aumento promedio del sector de la construcción fue de 8 por ciento. Por su parte, la actividad de electricidad, gas y agua registró una tasa de 4.9 por ciento, aunque inferior al 5.4 por ciento de 2016.
En contraste, y como se dijo antes, el comercio y la minería (minerales metálicos y no metálicos) mostraron en 2017 signos de contracción, decreciendo en 0.9 por ciento y 2.3 por ciento, respectivamente. Estas caídas fueron significativas si se considera las tasas de 2016 de alrededor de 15 por ciento, en ambos rubros.
Se debe enfatizar que el sector minero pasa por momentos complicados, y no tan solo en Potosí sino en otras regiones mineras del país. Ello ocurre pese a la recuperación de los precios de los minerales del pasado año (y que ha proseguido en el curso de 2018), lo cual advierte que un más alto nivel de precios no basta para incrementar los beneficios de la minería, tanto menos si no viene acompañado de un simultáneo incremento de la producción, y como resultado de más inversión en yacimientos y operaciones mineras. Hay que subrayar, asimismo, la correlación existente entre la actividad minera y el comercio departamental, lo que no es de extrañar: en la medida en que la principal fuente de ingresos del departamento es la minería, su desempeño incide directamente en la intensidad de las labores de comercio.
Exportaciones concentradas
Después de un periodo de cuatro años en los cuales las exportaciones potosinas sufrieron caídas casi ininterrumpidas, pasando de un máximo de US$ 2,456 millones en 2011 a US$ 1,531 millones en 2015 (es decir contrayéndose en 37.7 por ciento), a partir del año 2016 se ha experimentado una recuperación del valor de las exportaciones, registrándose un monto de US$ 1,814 millones; para 2017 este monto ascendió a US$ 2,212 millones, un 21.9 por ciento más en un año. Casi la totalidad del valor exportado corresponde a exportaciones de minerales, y apenas el 1 por ciento a exportaciones de productos no tradicionales.
Uno de los mayores problemas con la alta concentración en las exportaciones mineras del departamento es la vulnerabilidad, por efecto de las cambiantes cotizaciones. Así, en 2012 la caída en el valor exportado fue de 18.0 por ciento, mientras que el volumen exportado se redujo 7.8 por ciento, es decir que el efecto más importante fue el precio. Este fenómeno fue más evidente en 2013 y 2014, cuando el valor exportado mantuvo su contracción pese a los mayores volúmenes producidos.
En promedio, entre 2003 y 2011, coincidiendo con el último ciclo ascendente de precios de los minerales, el incremento del volumen exportado fue de 19.3 por ciento, mientras que del valor exportado fue de 40.7 por ciento; el doble de ganancia por precios excepcionales. En 2016 y 2017, según datos del INE, el volumen de minerales exportado por Potosí subió en 13.6 por ciento y 10.2 por ciento, respectivamente. Pero he aquí un hecho paradójico: comparando con los datos del PIB, se ve que, en los años 2010, 2012 y 2015, el producto real del sector minero cayó, lo que tiene correlación con la caída en los volúmenes exportados esos años; sin embargo, el año 2017 el PIB minero se contrajo, sin que sucediera lo mismo con los volúmenes vendidos al exterior que, por el contrario, se incrementaron, según la información oficial. Se plantea aquí una inconsistencia que no es posible esclarecer con la estadística disponible.
Los cuatro principales productos de exportación del departamento constituyen más del 95 por ciento del total: zinc, plata, plomo y estaño. El zinc totalizó US$ 1,244 millones en 2017, posicionándose como el principal mineral exportado, seguido de la plata con US$ 584 millones; en las gestiones 2011 y 2013, la plata había superado al zinc, pero desde el 2014 se ha visto desplazada a un segundo lugar. En 2017 el plomo llegó a los US$ 229 millones, superando su mayor nivel previo del año 2011. El estaño y los boratos llegaron a US$ 64.1 millones y US$ 40.7 millones, respectivamente.
La quinua potosina
De los diez principales productos exportados por el departamento, el único que no se relaciona con la minería es la quinua. El año 2017 logró un valor de US$ 6.4 millones, superior a los US$ 2.7 millones de 2016; un incremento de 136.6 por ciento, a pesar de lo cual ese valor solo representó el 0.3 por ciento del total vendido al exterior.
El mayor valor exportado de quinua se dio en 2014, con un total de US$ 28.0 millones. En las gestiones 2015 y 2016 las exportaciones de quinua cayeron a tan solo US$ 2.7 millones; una caída de 90.3 por ciento, en dos años. Este comportamiento negativo se debió al abrupto descenso en el precio de venta de la quinua. La mayor demanda internacional de este grano presionó su precio al alza, pero, este mismo fenómeno, tuvo el efecto de impulsar la producción de quinua en otros países, principalmente en Perú, que se convirtió en el mayor exportador del grano a nivel mundial. Todo lo cual ha propiciado la caída del precio internacional. Si bien se dio una mejora del precio del grano en 2017, esto vino acompañado un mayor volumen vendido, lo cual ha desfavorecido el valor de la quinua boliviana.
Para el final
Es innegable la urgencia que tiene la minería potosina de captar más inversión (primordialmente privada) en exploración y explotación. En muchos lugares la producción minera, particularmente de cooperativas, sigue siendo muy precaria y atrasada, además de confrontar el agotamiento de yacimientos de mayor ley, lo que fuerza a la explotación depredadora de los recursos para mantener un cierto nivel de ingresos. Si bien los precios de los minerales tendieron a mejorar en los últimos dos años, en el futuro cercano probablemente empiecen a descender. La política monetaria de Estados Unidos, conjuntamente a los riesgos de desaceleración en el crecimiento de la economía china, gran consumidora de materias primas, pintan un panorama más complicado e incierto. En un horizonte así, será difícil reducir el impacto negativo de los precios de los minerales en la economía boliviana en general y en la potosina en particular.
Por otro lado, es evidente que la producción departamental de quinua tiene el reto crucial de mejorar su productividad, a fin de ser más competitiva frente a la oferta de otros países que han entrado al mercado. De lo contrario quedará más relegada en el mercado internacional.
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