Uno de los puntales de la economía boliviana ha sido la minería. La suerte de esta ha significado también, en muchas ocasiones, la de la marcha del país. Bolivia, subordinada a la exportación de materias primas, ha dependido, en gran parte de su historia, de lo que se podía extraer del subsuelo.
Esa dependencia, similar a la que existe hoy de la producción de gas natural, tiene que reducirse si es que el país desea ingresar en una etapa de diversificación económica y desarrollo sostenible.
Pero con todo, y mientras eso suceda, el país debe generar divisas, y uno de los caminos obvios es mediante la exportación minera. El sector, sin embargo, atraviesa por una etapa compleja. El primer factor que explica la situación actual son los bajos niveles de inversión que registra, dice un reciente informe de la Fundación Milenio.
No ha habido, en ese sentido, nuevos proyectos que reemplacen a los últimos grandes, como San Cristóbal y San Bartolomé, que ya han ingresado en una fase de declinación.
La baja inversión se debe a varios factores, uno de ellos la inestabilidad y la ausencia de respeto por las reglas de juego. Comunidades campesinas y cooperativas mineras han tomado por la fuerza a cientos de proyectos mineros en la última década, en general sin que se consiga ningún castigo legal. Las exigencias de participación estatal en las inversiones son también un freno a las inversiones.
En el plano externo, dice Milenio, la minería enfrenta otras dificultades, sobre todo en la baja de los precios. En 2019 esta se debió a la guerra comercial entre EEUU y China y en 2020, a la pandemia del coronavirus, que ha rebajado los índices de crecimiento económico a nivel mundial.
Los dos metales que sí han subido de precio son el oro y la plata. El oro pasó a ser el principal mineral exportado por el país, con un monto de 1.743 millones de dólares en 2019, 25% más que el zinc, el metal más exportado en años anteriores. Sin embargo, la exportación del oro es muy polémica, porque su rescate se realiza en gran parte en los ríos amazónicos bolivianos, generándose graves daños al medioambiente. El uso indiscriminado del mercurio afecta las fuentes de agua y todo el sistema natural que las rodea. Por otro lado, Bolivia es paso de una buena parte de oro presumiblemente contrabandeado desde Perú y reexportado pagando menos impuestos que los que exige el país vecino.
El desafío que entraña la declinación de la minería debe ser asumido con seriedad por las autoridades del gobierno que surja de las urnas tras las elecciones del 18 de octubre próximo por el impacto económico que esta tiene.
7 de octubre de 2020
Fuente: Página Siete
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