Dos datos interesantes menciona la Fundación Milenio en uno de sus últimos informes de coyuntura. En primer lugar, recuerda que Bolivia ha retrocedido aún más en el Índice de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial.
Nuestro país ocupa el puesto número 121 de 138 naciones (tan sólo por encima de Venezuela en América Latina), con un puntaje de 3,54 sobre 7. Este puntaje es inferior a los índices, ya muy bajos, registrados en los últimos años.
El otro dato recogido por el informe es la mención a un estudio anterior de Milenio, que llegó a la conclusión de que el costo laboral en el sector formal de la economía es, en promedio, 39,7% más elevado al costo laboral en el sector informal. Ello se debe, obviamente, a que los salarios son mayores, debido a que aumentan por ley cada año, porque la carga social es asfixiante y por medidas transitorias, pero muy cuestionables, como la obligatoriedad de pagar el segundo aguinaldo.
Mientras el Gobierno regula más al sistema laboral, y empresarial en general, menos personas logran un trabajo formal y digno.
Es una paradoja que las autoridades no quieren ver, pero es así. Se cree que solamente el 30% de los bolivianos tienen un empleo que respeta sus derechos laborales. Es ello lo que ha hechos que, lejos de ampliarse, el mercado laboral se ha precarizado y debilitado.
Obviamente que la bonanza económica vivida por el país en la última década disimulaba esa situación, pero ahora, cuando empieza la estrechez, la situación real emerge con rasgos preocupantes. Un 39% más de costo laboral es muy alto para que los empresarios formales puedan competir. Esa diferencia, obviamente, es la que marca que una empresa siga teniendo utilidades, o que sea sobrepasado por las pérdidas y sea forzada a cerrar.
Milenio saca la conclusión de que la rebaja del país en el índice de competitividad económica se debe precisamente a este factor. Existen otros, como el régimen fiscal o la falta de educación y capacitación, pero el laboral parece ser el aspecto más importante.
La gran mayoría de los empleos en Bolivia son creados por empresas pequeñas y medianas que el Gobierno, en vez de ayudar a fortalecer y ampliarse, lo que hace es afectarlas. La generación de empleo para jóvenes y mujeres, por ejemplo, sigue siendo una tarea pendiente de nuestra sociedad.
Si a ello se agrega que la sobrevaluación del boliviano hace más competitivas las importaciones y perjudica a las exportaciones, llegamos a una situación en la que el aparato productivo está en una situación de emergencia. Casi, casi, en terapia intensiva.
12 de septiembre de 2017
Fuente: Página Siete
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