El último informe sobre la economía nacional de la Fundación Milenio contiene un capítulo muy interesante sobre la minería, el cual refleja cómo esta actividad ha vuelto a constituir el principal rubro de exportación boliviano al sobrepasar el valor de las exportaciones de gas natural. Al mismo tiempo, la minería se encuentra estancada y rezagada con relación a los países vecinos con los cuales compartimos la Cordillera de los Andes. Bolivia necesita con urgencia una estrategia de relanzamiento de la minería y de cada uno de sus sectores con producción y potencial de exportación para asegurar su sostenibilidad y desarrollo.
Efectivamente, el referido informe muestra que el 2019 (niveles previos a la pandemia) la minería superó los $us 4.000 millones de exportación, mientras que el gas natural disminuyó a niveles inferiores a los $us 3.000 millones, después de haber alcanzado, entre el 2013 y el 2014, niveles superiores a los $us 6.000 millones.
La minería, en lo que va del siglo XXI, multiplicó por seis tanto el volumen como el valor de la producción gracias a que el incremento de los precios internacionales de los principales minerales que explotamos coincidió con la máxima producción de las minas San Cristóbal, Manquiri (San Bartolomé), San Vicente y Don Mario, todas privadas y de inversión extranjera directa; proyectos que venían en desarrollo desde la década de los noventa. Estos proyectos son responsables del 76,5% de la producción minera boliviana.
No hay dudas de que Bolivia tiene un potencial muy grande. Mientras el 2019 las exportaciones mineras de Chile sumaron $us 38.084 millones y las de Perú ascendieron a $us 28.074 millones, las de nuestro país, en su mejor momento, solo llegaron a $us 4.254 millones. Dado que explotamos la misma cordillera y que las fronteras son líneas convencionales que no afectan la geología, no hay ningún motivo para que en el territorio nacional no exista la misma cantidad de recursos mineros para explotar.
Sin embargo, falta exploración y, dado que esta es una actividad extractiva no renovable, se requiere permanentemente invertir en la búsqueda de nuevos yacimientos y en su desarrollo. Desde el 2006, la minería se ha concentrado solo en la explotación y se ha descuidado casi por completo la exploración. No solo no se conoce algún nuevo descubrimiento, sino que, en los hechos, prácticamente no ha habido ninguna inversión de exploración importante en las últimas dos décadas.
Las minas señaladas anteriormente, responsables por la tres cuartas partes de la producción nacional, declinarán progresivamente su rendimiento en los próximos años y el país perderá esta importante fuente de generación de divisas. El fantasma de que a la minería le suceda lo mismo que a la producción de gas natural, que depende de muy pocos campos de producción descubiertos en la década de los años noventa y que hoy se encaminan hacia su agotamiento productivo, es prácticamente una certeza, dado que desde que se comienza a invertir en exploración hasta que se inicia la explotación de un yacimiento minero, pueden pasar más de 15 años.
Algunos dirán que el litio de Uyuni o el hierro del Mutún suplirán el declive de los actuales yacimientos mineros. No obstante, desde el 2006 no hemos avanzado significativamente en el desarrollo de dichos proyectos debido a que las empresas públicas a las que se entregó su explotación orientaron mal sus inversiones. En todo caso, estos proyectos deberían ser complementarios y no excluyentes de otros desarrollos mineros, tanto en la región andina como en la región oriental, la cual cuenta con un importante potencial minero que debe ser explorado y desarrollado.
El debate sobre el desarrollo de los sectores productivos y exportadores es crucial para el futuro de Bolivia y debe incluir no solo el relanzamiento de los sectores tradicionales, como minería e hidrocarburos, sino también los agronegocios, la industria manufacturera y forestal, y la exportación de servicios como el turismo y el desarrollo de software.
31 de agosto de 2021
Fuente: Correo del Sur
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