El Gobierno de Luis Arce opera en un escenario particular, precede a 15 años de un solo gobernante, a una crisis política que llevó al país al borde del abismo, a una pandemia que pudo ser de ciencia-ficción y ahora vive una lejana guerra que sacude al mundo.
El contexto cambió, pero no el modelo económico. El modelo no sólo se mantiene “ideologizado” hacia un alto control del Estado, sino que tiene una “camisa de fuerza” que le impide maniobrar por más que quiera, pues buena parte de la sociedad ya cree que las subvenciones y los bonos son un derecho adquirido, dijo el investigador y director de la Fundación Milenio Henry Oporto.
Él llama a esto una “débil gobernabilidad”, un rasgo de la política que ineludiblemente afecta a la economía.
– ¿Cómo afecta la política a la economía?
En Bolivia atravesamos por una crisis de gobernabilidad, que frena la recuperación de la economía y socava la estabilidad macroeconómica. Es una crisis que viene desde 2019, que se originó con las elecciones frustradas de ese año y ha perdurado durante estos meses que lleva la gestión de Luis Arce.
Esta crisis perdura y hay una tendencia a que pueda agudizarse hacia adelante.
– ¿Qué es crisis de gobernabilidad?
Alude a tres cuestiones: primero, un liderazgo presidencial debilitado. Segundo, el Gobierno no está garantizando el orden y la seguridad en el país, y sus capacidades para tomar decisiones y ejecutar políticas públicas están muy disminuidas. Tercero, veo que prevalece un ambiente de polarización, lo cual redunda en un clima de mucha incertidumbre política y económica.
Este conjunto de factores hace a una gobernabilidad debilitada y afecta el funcionamiento y desempeño de la economía.
– ¿Cree que el Gobierno no puede tomar decisiones en economía?
Quizás sí están atados de manos, pero para entender mejor esta dificultad objetiva que tiene el Gobierno hay que entender el contexto general.
Esta necesidad de cambios en la política económica choca con problemas de gobernabilidad. Es decir, choca con la situación de un Gobierno que muestra una autoridad disminuida, que tiene dificultades evidentes para gobernar y realizar una gestión a la medida de los problemas y desafíos actuales.
Hay síntomas evidentes de esta falta de gobernabilidad que es el problema político central de la coyuntura boliviana. Estos síntomas son seis.
Uno, luchas de poder desatadas en el MAS y que se ramifican en el Estado.
Dos, una presidencia acosada por los embates no sólo de la oposición, sino de adversarios internos del MAS, principalmente de Evo Morales y sus seguidores.
Tres, presiones de los movimientos sociales, que, si bien son aliados del MAS, le están impidiendo al Gobierno gobernar.
Cuatro, una escalada de conflictos y protestas sociales por demandas y necesidades que el Gobierno no tiene la capacidad de atender y resolver.
Cinco, la corrupción y descalabro que se observa en instituciones fundamentales, como la Policía, la Aduana, Contraloría y otras.
Seis, la expansión del narcotráfico y delincuencia que ponen en jaque al Gobierno y lesionan su imagen.
Tenemos un entorno político y social poco propicio para la buena marcha de la economía y esto tiene dos resultados:
Primero, la economía tiende al estancamiento, veo una economía atorada y con un futuro incierto.
Segundo, hay un deterioro social persistente que se refleja en la multiplicación de conflictos, protestas sociales e inestabilidad social. Lo cual significa un clima bastante adverso para la buena marcha de la economía.
– ¿Esta es responsabilidad sólo del Gobierno?
Mi tesis es que esta situación de bloqueo que está experimentando y sufriendo la economía tiene dos causas primordiales. Por un lado, la ausencia de un plan coherente y eficaz frente a la crisis económica y social del país para la reactivación de la economía, la producción y el empleo.
Por otro, la falta de gobernabilidad que se expresa en el hecho de que el Gobierno no tiene la musculatura política suficiente, su margen de maniobra para tomar medidas que corrijan los problemas de la economía se han reducido enormemente. No tiene la fuerza política ni el margen de maniobra para enderezar el rumbo de la economía y para anticiparse a los problemas y para resolverlos.
Tenemos un Gobierno que se mantiene en sus recetas populistas, es muy dogmático en su idea de una economía que debe funcionar al ritmo del Estado y debe sostenerse en un gasto público. Esa es una camisa de fuerza para el Gobierno.
– ¿Se puede responsabilizar sólo al Gobierno o también a la gente?
Yo creo que hay responsabilidad de ambos lados. Lamentablemente, el populismo económico es una trampa y ha entrampado al país.
El populismo económico puso subvenciones para favorecer al sector popular, pero también para asegurar la reproducción del poder. No olvidemos que la estrategia de reproducción del poder del MAS está basada en políticas clientelares. Eso significa trasladar recursos del Estado a la gente con subvenciones, lo cual genera déficit fiscal.
La gente se acostumbró a ello. Hay sectores amplios de la población que consideran que las subvenciones son derechos sociales adquiridos. O sea, que la gente se malacostumbró, y el Gobierno cayó en la trampa del populismo.
– ¿Cuál sostenible es esta situación?
Este cuadro general de una economía estancada constituye el peligro de que el país se sumerja cada vez más en un clima de inestabilidad económica, social y política.
Quizás la Argentina es un buen ejemplo de a lo que puede conducir un populismo económico irresponsable.
La estabilidad económica que buscamos requiere forzosamente un clima de estabilidad política y de gobernabilidad. Si esto no ocurre, yo creo que las dificultades para sacar adelante la economía van a ser mayores.
Y esto es porque hay dos condiciones indispensables para redirigir la economía: Uno, certidumbre y confianza de los agentes económicos. Dos, un ambiente propicio para las inversio-nes privadas, que debería ser el motor de crecimiento que la economía boliviana está necesitando. Es la inversión por la que el país debería apostar para fortalecer su crecimiento.
– ¿Cree que el Gobierno apuesta por mover la economía a través de la informalidad y el contrabando en lugar de promover empleos formales?
Tal vez no sea una estrategia deliberada del Gobierno expandir la economía informal, pero lo cierto es que esa es la consecuencia práctica que resulta de las políticas del Gobierno.
En la medida en que se hace más difícil hacer negocios formales en el país, en que se pone a los emprendedores mayores restricciones, lo que se provoca en la práctica es un desplazamiento de la economía formal a la informal.
No es casual que tengamos un nivel tan alto de informalidad. Se dice que estamos alrededor del 80 por ciento, entre niveles más altos del mundo.
Ese crecimiento informal ha resultado, hasta cierto punto, funcional a las políticas clientelistas, y, sobre todo, a la estrategia de reproducción del poder por parte del MAS, porque claramente la informalidad actúa como una especie de colchón: amortigua el impacto económico de la crisis.
La debilidad de la recuperación no está permitiendo la creación de empleo formal, digno y de calidad. Al contrario, lo que cobró mucha fuerza es el empleo informal: precario, de sobrevi-vencia, y esto va unido a la fuerte caída de los ingresos que las familias están soportando y que viene de la crisis desatada por la pandemia, y que se ha mantenido a lo largo de 2021.
Hay 3 debilidades en la economía
El informe sobre la economía de la Fundación Milenio, presentado recientemente señala tres vulnerabilidades de la economía boliviana que deben ser atendidos.
La primera es la baja de divisas en las reservas internacionales. La segunda el continuo déficit fiscal que se arrastra después de ocho años y con éste 2022 será el noveno. Por último, la creciente dependencia en la importación y subsidio de los combustibles, que han subido de precio.
10 de julio de 2022
Fuente: Lo Tiempos
Descargar “Informe de Milenio sobre la Economía de Bolivia 2022, No. 44” Descargado 16101 veces