Uno de los principales proyectos industriales emprendidos por el Gobierno es la puesta en marcha de la planta de litio, con el objetivo, primero, de producir cloruro de potasio y carbonato de litio y, luego, de baterías de litio propiamente tales.
Según información que se tiene disponible, el Gobierno ha gastado alrededor de 450 millones de dólares en el proyecto hasta la fecha, pero el proceso de producción y exportación casi no ha avanzado.
Ello se debe a varios factores, pero el principal es el tipo de tecnología utilizada: el Gobierno resolvió que se procese el litio en piscinas de evaporación, es decir aquellas que hacen que, cuando el agua se evapora, queda el litio y el potasio para su tratamiento posterior. El problema de este sistema es que no previó que el Salar de Uyuni, donde están instaladas estas piscinas, tiene una época de fuertes lluvias, lo que impide ese mecanismo de evaporación.
Un reciente informe de la fundación Milenio disecciona el proyecto de industrialización de litio y muestra todas sus falencias y dificultades. Respecto de los índices de evaporación, el reporte señala que al año se evaporan unos 1.500 milímetros, contra 2.300 milímetros en el salar del Hombre Muerto, en Argentina, y 3.200 en el desierto de Atacama, los dos competidores de Bolivia. Ello se debe a que en Uyuni pueden caer anualmente entre 200 y 500 milímetros de lluvias, cuando en los de Chile y Argentina esos índices son 80% o 90% más bajos. La lluvia, en este caso, es una enemiga.
Otro de los asuntos que obstaculizan este proyecto es la alta concentración de magnesio en el salar. Ello dificulta y encarece la separación, procesamiento y refinación del litio, lo que puede imposibilitar que el carbonato de litio obtenga una pureza del 99,5%, que es la mínimamente requerida para la fabricación de baterías, informó Milenio. En el salar, la concentración de magnesio es el triple que en Atacama y 12 veces mayor que en Hombre Muerto.
Hasta ahora, el país prácticamente no exporta ni cloruro de potasio ni carbonato de litio, pese a las inversiones realizadas. Al final del proyecto el país espera invertir mil millones de dólares, con la idea de producir las baterías propiamente tales, una posibilidad que hoy aparece como casi nula.
Muchas veces el Gobierno toma sus decisiones con objetivos políticos más que técnicos y ello hace que se generen los fracasos como el mencionado.
También las fábricas de urea, separadora de líquidos y de azúcar o están, directamente, detenidas, o funcionan a baja capacidad. Son problemas de gestión que deben motivar una reflexión y reconducción.
5 de febrero de 2018
Fuente: Página Siete
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