Debe destacarse que el desempeño económico en los primeros seis meses del 2006, estuvo enmarcado por el carácter de la agenda gubernamental que priorizó lo político antes que lo económico, en otras palabras la lógica política supeditó a la lógica económica, de manera que no se afrontaron los problemas más preocupantes, como la inseguridad jurídica y el ataque permanente al Estado de Derecho, factores que deterioraron las bases del funcionamiento económico y que explican la incertidumbre y la caída de la inversión a niveles inclusive por debajo de los registrados a comienzos de la década de 1990. Las consecuencias de esta situación fueron, en el corto plazo, la continuidad del achicamiento de la capacidad productiva de la economía y, nuevamente, hacer depender casi exclusivamente el crecimiento de los impulsos externos, y, en el largo plazo, debilitar seriamente el potencial del crecimiento y del propio funcionamiento de los circuitos económicos, que no podrán responder positivamente a otro ciclo expansivo de precios externos altos o incrementar la producción de bienes y servicios para el mercado interno.
El incremento en los precios externos impulsó a la economía, de manera que se confirmó, una vez más, que sin las reformas realizadas anteriormente, no hubiera sido posible el actual desempeño. Sin embargo, como viene sucediendo, el crecimiento estuvo por debajo del logrado por otros países en la región. En ese sentido nuevamente se perdieron oportunidades, que no se recuperarán debido a la posibilidad de un cambio en las condiciones externas a partir del 2007.
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