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La economía boliviana continúa en una pendiente de caída y se agudizan los desequilibrios fiscales, monetarios, cambiarios y financieros, que conllevan riesgos para la estabilidad macroeconómica. La falta de soluciones oportunas agrava los problemas, crea incertidumbre sobre el presente e inquietud sobre el futuro.
Bolivia necesita un plan anticrisis para sanear las cuentas públicas y encauzar cambios estructurales que impulsen un proceso de crecimiento con más inversión, exportaciones, productividad, innovación y capital humano.
Exportaciones e importaciones
Las exportaciones sufren un fuerte descenso en valor y en volúmenes. En 2023 el valor de las exportaciones de bienes se redujo 21 % respecto de 2022, con lo cual el déficit comercial se situó en 2.6 % del PIB. Al primer trimestre de 2024, las exportaciones caen 8 %, con descensos en todos los rubros exportables. Las importaciones se redujeron 16 %, en parte por la escasez de divisas. El balance comercial arroja un déficit de US$ 456.1 millones, que supera el déficit registrado en los primeros tres meses del año anterior.
Financiamiento externo e inversión
También la economía resiente el impacto de las tasas de interés internacional, que incrementan el costo del endeudamiento externo. El acceso a fuentes de financiamiento externo sigue restringido (los desembolsos netos de deuda pública se redujeron a US$ 264 millones en 2023), lo que propicia una transferencia de recursos al exterior. Al mismo tiempo, la IED continúa en mínimos históricos: US$ 37 millones en 2023.
Desajustes macroeconómicos
Estos y otros factores ahondan los desajustes externos e internos vividos con intensidad en 2023 y que amenazan profundizarse este año. Así, la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos registró en 2023 un déficit de 2.8 % del PIB. Los ingresos del gobierno cayeron 2.4 % del PIB –principalmente por menos ingresos del sector de hidrocarburos–, al tiempo que los gastos aumentaron 0.8 % del PIB. Como resultado, el déficit fiscal sigue expandiéndose a niveles muy elevados.
Desempeño del PIB y sectores productivos
El comportamiento del PIB mantiene una trayectoria menguante. En 2023 el crecimiento del PIB fue 3.1 % (menos que en 2021 y 2022), impulsado por el consumo del gobierno y de los hogares. Contrariamente, las exportaciones se contrajeron 8.8 %; los sectores más importantes tuvieron los peores desempeños: hidrocarburos cayó 6.7 %, minería creció apenas 0.1 %, manufacturera 1.8 %; la agropecuaria 2.7 %, menos de lo esperado. La Formación Bruta de Capital Fijo mostró signos de recuperación, pero sin volver al nivel de 2019.
Sector energético
La producción de gas natural sigue en retroceso. En 2023 tuvo su cifra más baja en 9 años, situándose en 36.7 MMmcd (13.6 % menos que en 2022). A falta de nuevos yacimientos que mejoren el coeficiente reservas/producción, la previsión es que la producción de gas y petróleo decrezca más. Por segundo año consecutivo, Bolivia ha vuelto a ser importador neto de hidrocarburos, con un saldo deficitario en la balanza energética que en 2022 fue de US$ 171 millones y en 2023 de US$ 929 millones, conllevando mayores subsidios y presión sobre las divisas del BCB.
Sistema financiero
El sistema financiero sufrió la quiebra del banco Fassil en marzo 2023, que derivó en la caída de depósitos y cartera bancaria. A marzo 2024, la cartera de créditos muestra una contracción neta de US$ 286 millones (–1.0 %), explicada principalmente por la reducción de créditos empresariales (–3.6 %) y de créditos PYME. La tasa de mora de los bancos múltiples subió al 3.27 % y la de bancos PYME al 5.92 %.
Mercado laboral
La debilidad de la actividad económica se refleja en el deterioro del empleo: aunque la tasa de ocupación permanece alta, el mercado laboral está marcado por la precarización y un acelerado aumento del cuentapropismo. El 70 % de los hogares urbanos se encuentran en situación de ocupación informal, y en 2023 el ingreso laboral fue 13 % menor que en 2019.
Contexto político e institucional
El desempeño económico choca con la inestabilidad política e institucional, que restringe la capacidad del Presidente Luis Arce y las autoridades económicas para actuar. La sensación de crisis e incertidumbre afecta la confianza de empresas y otros actores económicos, de ahí la urgencia de consensos sobre reforma económica, fortalecimiento institucional y vigencia del Estado de derecho.
Recomendaciones de política
Bolivia requiere un conjunto de políticas con dos grandes objetivos: sanear las cuentas públicas y retornar a equilibrios macroeconómicos; y encaminar cambios estructurales que impulsen crecimiento sostenido, más inversión, exportaciones, productividad, innovación, capital humano e inclusión.
Medidas prioritarias
Un desafío prioritario es reducir el déficit fiscal atacando sus causas: subsidios caros e ineficientes a carburantes, exceso de empleo público y descalabro financiero en empresas estatales. Es necesaria una política cambiaria acertada que unifique el mercado de cambios, pero solo funcionará tras suprimir la financiación del déficit con créditos del BCB y contener la emisión monetaria. Posteriormente, podría restaurarse el mecanismo del Bolsín del BCB, que en el pasado demostró gran eficiencia. Además, es indispensable restituir la independencia del Banco Central, restituir el Art. 22 de la Ley del BCB (que prohíbe préstamos al sector público) y profesionalizar su gestión.
Fomento de exportaciones
Es esencial promover las exportaciones para revertir su trayectoria descendente. Las de minerales e hidrocarburos sufren agotamiento de reservas, falta de inversión, inseguridad jurídica y altos costos. Las no tradicionales tienen potencial de expansión en el corto plazo, especialmente los alimentos, si se eliminan las restricciones a la exportación.
Nuevo modelo de desarrollo
La salida de la crisis pasa por un nuevo modelo de desarrollo, que exige una masiva corriente de capitales privados. Bolivia debe contar con legislación moderna y eficiente, a nivel de países vecinos, que provea garantías plenas al capital e incentive la inversión. También es difícil eludir la necesidad de un programa con el FMI para obtener recursos frescos que alivien la escasez de reservas y divisas. Muchos países hacen uso de esta opción; Bolivia también lo hizo en el pasado. Una política realista contempla negociación con el FMI, que abra paso a recursos concesionales multilaterales y gubernamentales. Los actores políticos y la opinión pública deben debatir este aspecto crucial.
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