Cuando se examinan las condiciones que hacen posible avanzar en un proceso de desarrollo socioeconómico, una de las variables más importantes tiene que ver con la realidad demográfica y del mercado laboral del país. En efecto, toda estrategia de desarrollo debe partir del análisis de la estructura de la población y de los cambios demográficos esperados en un horizonte de tiempo determinado. Esto es consistente con la premisa de que el fin del proceso de desarrollo no es otro que el bienestar de la gente. Además, solamente mediante el conocimiento de las transformaciones demográficas que enfrentará el país, podremos anticipar, por ejemplo, cuál será la demanda por empleo en los próximos años, lo que está condicionado por la estructura etaria actual de la población y por las tendencias de crecimiento de la población en edad de trabajar.
De otro lado, la demanda de servicios básicos en las áreas urbanas (vivienda, energía eléctrica, alcantarillado, etc.) dependerá de la tasa de urbanización proyectada de la población. Los cambios demográficos inciden, asimismo, en la estructura del presupuesto del sector público; la demanda de servicios educativos estatales dependerá de las tendencias esperadas en la población en edad escolar, y lo mismo ocurre con la demanda de servicios de salud y seguridad social de largo plazo para las personas de la tercera edad que, se espera, tenderá a aumentar en el futuro. El presente artículo se basa en el trabajo del economista Luis Carlos Jemio “Consideraciones y directrices para una estrategia alternativa de crecimiento y desarrollo”, de próxima publicación.
Población en edad de trabajar
En el caso específico de la población boliviana, se proyecta que, en el corto plazo, la población en edad de trabajar (PET) aumentará a una tasa mayor a la tasa de crecimiento de la población, pasando de 6.6 millones en 2015 a 7.3 millones en 2020, y luego a 8.5 millones en 2030. La tasa de crecimiento de la PET se reducirá de 2.1% en 2015, a 2.0% en 2020 y a 1.5 % en 2030. Esto significa, que entre 2015 y 2030 habrán 1.9 millones más de personas que entrarán a la PET, y potencialmente ingresarán al mercado laboral. Véase el Gráfico 1.
Bono demográfico
En el corto plazo, se proyecta que la tasa de dependencia, es decir, la relación entre la población en edad de no trabajar (PENT) (menor a 15 y mayor a 65 años) y la población en edad de trabajar (PET) (mayor a 15 y menor a 65 años), caerá de 0.64 en 2015 a 0.58 en 2020 y a 0. 51 en 2030. Esto se debe a que en 2015 el 87% de la PENT (34% de la población total) es menor a 15 años, lo que implica que Bolivia todavía cuenta con lo que se conoce como “bono demográfico”.
Este concepto hace referencia a aquella fase donde el equilibrio entre edades se considera una oportunidad para el desarrollo; esto es, cuando cambia favorablemente la relación de dependencia entre la población en edad potencialmente productiva (jóvenes y adultos) y aquella en edad dependiente (niños y personas mayores), hacia un mayor peso relativo de la primera en relación a la segunda. Naturalmente, para aprovechar plenamente el “bono demográfico”, el país requiere dotar de empleos de calidad a la población que ingresará al mercado laboral en el futuro próximo.
Urbanización creciente
Otra de las transiciones demográficas que está experimentando la población boliviana, y que incidirá significativamente en el funcionamiento del mercado del trabajo, es la creciente urbanización de la población. Conforme a las proyecciones demográficas de la CEPAL, la población urbana aumentará de 7.4 millones (69% de la población total) en 2015 a 8.2 millones (71.3%) en 2020, y a 9.7 millones en 2030 (75.2% de la población), mientras que la población rural caerá de 3.3 millones en 2015 a 3.2 millones en 2030 (Gráfico 2).
Un aumento en la tasa de urbanización de la población tendrá impactos importantes sobre la demanda de alimentos de origen agropecuario en el área urbana y sobre la producción de los mismos en el área rural, debiendo incrementarse la productividad laboral y los rendimientos de las tierras agrícolas para compensar el menor número de trabajadores rurales. Además de una mayor demanda de alimentos, la creciente urbanización también traerá consigo una mayor demanda por fuentes laborales en el área urbana.
Capital humano y educación
Establecidas las tendencias demográficas y del mercado laboral, resulta evidente que el factor fundamental en una estrategia de transformación del modelo de desarrollo debe ser la inversión y la cualificación del capital humano. Nuestra premisa –corroborada por la historia- es que una población más calificada conlleva mayores tasas de productividad laboral y, por tanto, mayores tasas de crecimiento económico. Ahora bien, invertir en capital humano implica sustancialmente elevar el nivel educativo de la población, lo que es consustancial a la expansión y la mejora cualitativa del sistema educativo. Recuérdese que las deficiencias del sistema educativo boliviano han estado tradicionalmente vinculadas a la baja y desigual cobertura de la matrícula educativa, a la baja calidad de la educación, y a la baja eficiencia del gasto público educativo.
En los últimos 25 años, Bolivia ha incrementado el nivel de escolaridad de la población (Gráfico 3). De acuerdo a los datos de la CEPAL, a nivel nacional los años promedio de escolaridad de la población aumentaron de 7.2 en 1997 a 10.3 en 2013. En el área urbana, el aumento en los años promedio de escolaridad fue de 9.0 en 1989 a 12 en 2013 (que es el número de años de escolaridad mínimo establecido como meta de las Metas de Desarrollo Sostenible por las Naciones Unidas). En el caso del área rural, los logros son más modestos: los años de escolaridad de la población aumentaron de 4.4 en 1997 a 6.4 en 2013.
El aumento en los niveles de escolaridad de la población boliviana, ha tenido un impacto en el nivel educativo de la fuerza laboral. El Gráfico 4 muestra la evolución de la población ocupada en Bolivia, agrupada según el nivel educativo alcanzado. Se observa así, que entre 1999 y 2012, el porcentaje de trabajadores con menores niveles educativos se ha reducido, al tiempo que el porcentaje de trabajadores con mayores niveles de educación ha crecido. De hecho, el porcentaje de trabajadores sin ningún grado de educación por ejemplo, cayó de 14.1% en 1999 a 7.1% en 2017; el porcentaje de trabajadores con educación primaria incompleta se redujo de 32.7% a 25.2%; el porcentaje de trabajadores con enseñanza secundaria incompleta cayó de 28.3% a 24.8%. Contrariamente, en el mismo período (1999-2007), el porcentaje de trabajadores con enseñanza secundaria completa aumentó de 10.3% a 19.4%, mientras que el porcentaje de trabajadores con algún grado de enseñanza superior subió de 14.6% a 24.5%.
Se puede ver, entonces que entre 1999 y 2017 se ha registrado no solamente un crecimiento en la población ocupada en el país (que aumentó de 3.6 millones a 5.4 millones), sino también un aumento en el capital humano de la fuerza laboral, debido al mayor nivel educativo de la población ocupada.
Productividad laboral
El Gráfico 5 muestra un índice de capital humano por trabajador, construido en base a la información presentada en el Gráfico 4. Como ponderador se utiliza la remuneración promedio recibida por cada categoría educativa laboral en 1999. Este indicador registra que el capital educativo por trabajador se habría incrementado en 40% entre 1999 y 2013, con una tasa anual de crecimiento de 2.6%.
El Gráfico 5 también muestra un índice de productividad por trabajador, calculado dividiendo el PIB real entre la población ocupada. Este indicado muestra que la productividad por trabajador durante ese mismo periodo creció en 22%, equivalente a una tasa promedio anual de 1.6%, menor a la tasa de crecimiento del capital educativo por trabajador. Lo cual estaría evidenciando que, si bien hubo un aumento en el nivel educativo de la población ocupada, todavía es necesario realizar un esfuerzo mayor en mejorar la calidad en todos los niveles educativos. Este es uno de los mayores retos que enfrenta Bolivia.
Así pues, y con el objetivo de focalizar los esfuerzos para mejorar la cobertura y calidad de la educación, es necesario conocer el número de personas que estarán en edad escolar en el mediano y largo plazo, y de modo tal de cuantificar los recursos necesarios para satisfacer la demanda educativa, en términos de presupuesto, número de maestros, infraestructura educativa, insumos y equipos, etc. Según las proyecciones demográficas de la CEPAL, la población en edad de asistencia educativa, incluyendo los niveles de enseñanza inicial (de 2 a 5 años), primaria (de 6 a 9 años) y secundaria (de 10 a 17 años), caería de 3.8 millones en 2015 a 3.6 millones en 2030 (Gráfico 6).
Esta tendencia se debe a la caída observada y proyectada en la tasa global de fecundidad. Así pues, entre 2015 y 2030, el número de personas en edad escolar inicial y primaria caerá en 77.6 mil y 87.4 mil respectivamente, mientras que el de personas en edad escolar secundaria se reducirá en 12.1 mil. Por otro lado, es necesario registrar las proyecciones demográficas de la población en edad escolar según área geográfica y región, ya que, como se vio antes, existen brechas educativas prominentes entre las áreas urbana y rural, lo mismo que entre los departamentos y municipios. Esta información debe ayudar a focalizar los esfuerzos y optimizar la asignación de recursos, para mejorar la cobertura y la calidad de la educación en Bolivia.
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