Aunque la experiencia histórica demuestra que no es fácil eludir la trampa del rentismo, es posible lograrlo y hay varias maneras de hacerlo. ninguna es segura ni su éxito es definitivo, pues, como en otros casos, la viabilidad de una política no solamente depende de su diseño sino sobre todo de las condiciones específicas del país.
En el tema de los recursos naturales y los riesgos que genera su abundancia, es conocido el caso de Alaska, por ejemplo, que creó un fondo especial con las rentas provenientes de la explotación petrolera, que le permitió colocar esos recursos fuera y lejos de su economía y evitar de esa manera las distorsiones que hubiera creado en ella la abundancia petrolera.
Pero este modelo, que fue transformando las reservas petroleras en un notable patrimonio financiero, no ha podido ser replicado en el Chad, ni siquiera con la ayuda y la intervención del Banco mundial, las naciones unidas, el Fondo monetario internacional y los obispos de ese país.
las condiciones institucionales fueron determinantes para el éxito en Alaska y el fracaso en el Chad. mientras que en el Estado de Alaska, cuando se estableció el fondo, el sistema institucional era muy sólido y el respeto por las normas jurídicas y políticas era garantizado por el sistema federal del que forma parte (los Estados unidos), en el Chad el Estado se caracteriza por su extrema precariedad pues el país ha pasado mucho tiempo sometido a dictaduras militares y conflictos interétnicos, y la presión particularista impide que sus normas se cumplan.
La utilización de las rentas para financiar el gasto público y la producción de bienes de consumo colectivo, como escuelas, carreteras, servicios urbanos, casi siempre ha conducido al despilfarro y la ineficiencia, debilitando aún más sistemas institucionales que eran precarios cuando se descubrieron los recursos. nigeria es probablemente el ejemplo más llamativo, pero no es muy diferente el caso de Venezuela que, de promesa en promesa, lleva más de 70 años de abundancia petrolera sin haber logrado vencer la pobreza de una gran parte de su población. Fue distinto el caso de noruega, que recibió la bonanza petrolera cuando ya contaba con una base institucional muy consistente y pudo invertir sus recursos de una manera rápida y eficiente para resolver los problemas esenciales de infraestructura pública, creando luego un fondo de reserva que se administra a salvo de vicisitudes políticas y urgencias de coyuntura.
El descubrimiento de inmensos depósitos de gas natural en Bolivia a fines de los años 90, y el rápido crecimiento de la demanda en los países vecinos hacía vislumbrar un periodo de bonanza exportadora que despertó más expectativas que análisis prudentes. no es exagerado decir que esas expectativas barrieron con la estabilidad política, llevándose por delante más de un gobierno, y barrieron en parte con la anticipada bonanza. En los últimos cinco años Bolivia perdió la oportunidad de instalar plantas de licuefacción del gas, y con ello los mercados de méxico y Estados unidos, y perdió –o cuando menos demoró- la expansión de los mercados vecinos de Brasil, Argentina y Chile. De hecho, el brusco descenso de las inversiones en el sector ha hecho que el país no pueda ni siquiera cumplir los compromisos ya existentes y enfrente problemas de abastecimiento del mercado interno.
A pesar de ello, algo de esa bonanza anticipada se está produciendo. las exportaciones, que no sobrepasaban los mil millones de dólares anuales ya llegaron a los cuatro mil, y los aumentos de precios han permitido que las empresas sigan operando a pesar del fuerte aumento de costos por impuestos, regalías y participaciones.
Todos estos aspectos han sido analizados y se conoce bastante bien su significación económica y política para el país. lo que no se ha hecho, por lo menos no con la profundidad y persistencia que se requiere, ha sido debatir las opciones de política que nos permitirían reducir el daño que puede causar a nuestra economía la abundancia, incluso en la reducida escala actual, o que nos permitirían transformar esa amenaza en oportunidades para el desarrollo.
La política vigente, alentada tanto por el oficialismo como por la oposición, transita los caminos habituales de usar las rentas para financiar el gasto público. La disputa, si la hay, es acerca de los canales por los cuales debe ejecutarse ese gasto: nacionales, prefecturales o municipales.
En este documento se explora una opción alternativa: la de distribuir las rentas entre sus legítimos propietarios, los ciudadanos de Bolivia, de una manera directa y sin intermediarios. Este es el punto de partida del documento, y en él su autor, uno de los economistas más respetados del país, analizar las posibles consecuencias que tendría una política de ese tipo para el desempeño macroeconómico del país.
Juan Antonio morales ha sido Presidente del Banco Central de Bolivia durante muchos años y se le considera uno de los responsables de la estabilidad económica de que ha disfrutado el país hasta hace poco. Antes y después de su paso por el Banco ha sido catedrático e investigador y actualmente forma parte del plantel académico de la universidad Católica Boliviana, a cuyo instituto de investigaciones socio Económicas pertenece también este esfuerzo analítico.
Para la Fundación milenio ha sido un privilegio que el Dr. morales aceptara analizar las consecuencias de una opción de política económica y social que, curiosamente, no ha sido tratada con la cautela y seriedad que merece a pesar de su relevancia. Este texto complementa otros trabajos que la Fundación ha promovido en los últimos años y estamos seguros de que contribuirá de manera decisiva a elevar el nivel del debate que se ha planteado en el país acerca del uso y destino que deberían tener las rentas provenientes de nuestros recursos naturales.
Roberto laserna
Presidente de la Fundación milenio