En medio de la crisis política que vive el país sudamericano, analistas económicos consultados por France 24 advierten que el próximo gobierno tendrá que abordar los problemas que se esconden tras las buenas cifras de la gestión de Evo Morales.
Hace menos de dos meses, el hoy expresidente de Bolivia, Evo Morales, destacaba ante la Asamblea General de la ONU algunas de las mejores cifras de sus 13 años de gobierno. «Un promedio de crecimiento del 4,9% en seis años, la reducción de la pobreza extrema del 38,2% al 15,2% y el desempleo más bajo de la región»: del 8,1% en 2005 al 4,2% en 2018. Según informó en noviembre la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la economía boliviana crecerá un 3,5% este año, la cifra más alta en Sudamérica.
Pero estos buenos números pueden tener otra lectura. Aunque es alto en comparación con otros países de la región, el crecimiento se está desacelerando, la reducción de la pobreza se ha estancado y hay una alta informalidad. Según analistas consultados por France 24, el modelo instaurado por Evo Morales ha generado una serie de desajustes fiscales que tendrán que ser abordados por el próximo gobierno.
En todo caso, la economía no parece haber tenido mayor incidencia en la crisis política que vive hoy Bolivia. «No ha sido detonante de la movilización», le dijo a este medio Henry Oporto, director de la Fundación Milenio. Como señaló el sociólogo, a pesar de que se perciben dificultades a futuro, «todavía la economía familiar se muestra relativamente estable», por lo que tampoco fue un tema de primera importancia durante la campaña electoral.
De hecho, como lo destacó France24 en septiembre, ninguno de los contendores de Evo Morales en las recientes elecciones propuso cambios de fondo en la política económica, más allá de prometer atacar la corrupción y la ineficiencia en las empresas estatales.
Inclusión social, menos pobreza… y mucho despilfarro
Como sucedió en muchos países latinoamericanos, el conocido ‘súper ciclo de los commodities’, -un periodo entre el año 2000 y el 2014 en el que se registraron altos precios de materias primas-, le significó a Bolivia muchos más recursos que antes por cuenta de las exportaciones de gas natural.
«Por este periodo de bonanza el Presupuesto General de la Nación subió cinco veces entre el 2005 y el 2012. Las remesas también subieron de 300 millones a 1.000 millones por año. Se acumuló 5 veces dinero en los 10 años en que tuvimos precios altos», le explicó a France 24 el analista económico José Luis Parada.
Como lo señala Henry Oporto, esta coyuntura le permitió a Evo Morales ampliar programas sociales que beneficiaron a los sectores más empobrecidos de la población. Según el sociólogo, el ascenso del primer presidente indígena de Bolivia hizo posible la inserción social de sectores rurales e indígenas, «una inclusión que se ha traducido sobre todo en la participación de representantes de organizaciones campesinas, indígenas, trabajadores, hacia esferas de decisión política y gracias a ello, estos sectores han ganado en dignificación. Se puede decir que Bolivia ha avanzado en términos de democratización social».
Aunque sigue siendo el país más pobre de Suramérica, según cifras de la Cepal, la reducción de la pobreza durante los años de gobierno de Evo Morales es innegable. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE) de Bolivia, la pobreza extrema se redujo en más de la mitad entre 2005 y 2018, del 38,2% al 15,2%, mientras que la pobreza disminuyó del 60,6% al 34,6% en ese mismo periodo.
Teniendo en cuenta los datos oficiales de los demás países de la región, el INE destaca que entre 2005 y 2018 «Bolivia es el país que más redujo la pobreza extrema con una variación de 23 puntos porcentuales (p.p.) y el segundo en reducción de pobreza moderada con una variación de 26 p.p.».
Otras mediciones regionales muestran también una mejoría en la calidad de vida en las zonas rurales de Bolivia. Según la Cepal, entre el 2002 y el 2016 el avance en cuanto a saneamiento en zonas rurales fue del 48%, el más alto en la región. En cuanto al acceso a fuentes adecuadas de agua potable en zonas rurales el aumento fue de un 22%, uno de los mayores incrementos después de Brasil y Perú.
A pesar de estos avances, los analistas coinciden en que los recursos pudieron haber sido mejor aprovechados. José Luis Parada critica que en los casi 14 años de gobierno de Morales «solo se logró una cobertura financiera del 49% de los bolivianos para servicios de salud. El 51%, más de 5,6 millones de personas, no tienen ninguna cobertura». Se invirtió más, asegura, en construcción de coliseos, canchas de fútbol, que en equipamiento para hospitales y formación de maestros y doctores.
«Es como que a una familia le aumenten el presupuesto de 1.000 a 5.000 dólares y el techo se le caiga, su hijo siga enfermo, no tenga para ir a una buena escuela… No puede ser que un gobierno en 10 o 12 años se gastó lo que otros se gastaron en 70 años, nunca hubo tanto dinero en el Estado boliviano y nunca se despilfarró tanto como en estos años», afirma Parada.
Para Oporto, se trata además de una oportunidad perdida, pues considera que el gobierno no tuvo la capacidad de «utilizar estos ingentes recursos que el país obtuvo en la bonanza exportadora para propiciar un proyecto nacional de desarrollo. Mucho de lo que el país ganó económicamente se escurrió en la corrupción, de tal manera que el país no ha podido evitar desde hace algunos años, y sobre todo a partir del 2015, que la economía tenga un descenso paulatino que tiende a hacerse brusco».
Un panorama de vacas flacas e inestabilidad política
El estancamiento de las buenas cifras coincide con el fin de los buenos precios de las materias primas. Si bien el crecimiento sigue siendo alto, la expansión viene en descenso desde el 2015 y la reducción de la pobreza es mínimo en estos últimos años.
Ya en octubre del 2018 el Fondo Monetario Internacional advertía en sus Perspectivas económicas para las Américas que, si bien Bolivia seguía siendo una de las economías de más rápido crecimiento en América Latina, «es necesario un cambio en la orientación de las políticas para restaurar el equilibrio externo, reducir los déficits fiscal y de cuenta corriente y mejorar la competitividad».
Según Oporto, el modelo económico aplicado por Evo Morales ha configurado «un escenario muy preocupante» para los próximos años: «El país tiene hoy el déficit fiscal más alto en la región después de Venezuela, tiene un muy elevado déficit de la balanza comercial, está perdiendo aceleradamente reservas internacionales y tiene un tipo de cambio que ha afectado la capacidad competitiva de la producción boliviana y de sus exportaciones».
En junio de este año, la calificadora Fitch Ratings revisó su perspectiva de Bolivia a negativa. En una entrevista citada por ‘Bloomberg’, el director de Fitch, Todd Martinez, dijo que «el desempeño relativamente estable y sólido de Bolivia en los últimos años y las cifras de titulares son algo engañosas porque, en nuestra opinión, reflejan políticas que parecen ser cada vez más insostenibles».
Además de los desajustes fiscales, el próximo gobierno de Bolivia tendrá que enfrentar un escenario con menores exportaciones de gas. A la falta de nuevos hallazgos gasíferos en Bolivia se suman los esfuerzos de Brasil y Argentina, principales compradores del gas boliviano, por fortalecer su producción local. Según cifras del Ministerio de Energía y Minas de Brasil, las importaciones de gas natural boliviano se han reducido a la mitad desde el 2015.
Para Oporto, «no hay duda de que la economía es el gran desafío para el próximo gobierno», y lo iba a ser aun antes de la crisis de gobernabilidad que vive hoy el país, sin importar quién fuera el ganador de las elecciones del 20 de octubre. La diferencia es que ahora un convulso contexto político «va a levantar obstáculos muy difíciles para aplicar los ajustes, los correctivos y hacer las reformas necesarias para la política económica y fiscal».
16 de diciembre de 2019
Fuente: France 24