La fecha cívica más importante de Bolivia es el 6 agosto. Ese día recordamos la creación formal de la República de Bolivia en 1825. Desde entonces se ha generado en el país una gran cantidad de símbolos cívicos, himnos, relatos y héroes que buscan enfatizar o remarcar el carácter fundamental de aquel evento. En el imaginario nacional el 6 de agosto no solamente representa la fundación de la República, sino la fundación misma de nuestra historia como nación, como colectividad.
En el ánimo de los diputados que firmaron la declaración de Independencia estaba sin duda el optimismo de quienes sienten que están creando algo nuevo, pero también estaba la necesidad de clausurar el pasado, atribuyéndole los males que podían justificar precisamente esa clausura. En algún momento de las deliberaciones de la Asamblea se planteó la idea de restablecer la estructura estatal que existía antes de la incorporación de estos territorios al ámbito soberano del reino de España. Se descartó rápidamente esa idea un favor de la opción más moderna de carácter republicano.
La República representaba la idea de un Estado orientado al servicio de los ciudadanos, puesto que sus autoridades debían representar la voluntad y los deseos de la sociedad, dando satisfacción a sus demandas. Convencidos de que la soberanía debe residir en el pueblo, los diputados admitieron también la necesidad de dividir los poderes del Estado en las tres clásicas funciones: legislativa, ejecutiva y judicial. En esta forma de organización política están encarnadas las ideas liberales que alentaron a las colonias inglesas de Norteamérica la creación de su unión federal, y también las ideas que pusieron fin a la monarquía francesa unos años más tarde. Sin embargo, en este esfuerzo de asimilación no se alcanzó a reproducir la idea central que debía estar en el núcleo de ese modelo, la del individuo libre y responsable, que construye su propio derecho de ser ciudadano.
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En la primera estrofa del himno nacional de Bolivia proclamamos el logro fundamental de la República afirmando “es ya libre, ya libre este suelo». Hemos liberado el territorio, la patria, de su “servil condición», porque preferimos «morir antes que esclavos vivir». Es decir, con esa canción grabamos desde muy temprano en nuestra conciencia cívica la idea de que alcanzamos la libertad no como individuos, sino como colectividad, como grupo vinculado a un suelo, a un lugar.
Esta tensión entre el individuo como núcleo de las instituciones republicanas, y la nación como reflejo de nuestra realización como sociedad, atraviesa desde entonces nuestra historia. Éste fue la preocupación que nos animó a diseñar este libro. La historia política sugiere que ha prevalecido la mayor parte del tiempo la preocupación nacionalista, que piensa la libertad de manera abstracta y referida a grupos o colectividades, de la cual surge también el estatismo que imagina al estado como constructor de la nación. Pero hay múltiples testimonios de que el proyecto del individuo libre nunca desapareció del todo, expresándose más bien de manera vigorosa en prácticas cotidianas.
Ese libro busca indagar esas tensiones, tratando de detectar cuáles son las nociones de libertad que tenemos en Bolivia y de qué manera la practicamos. Hablamos de libertad pero ¿será que todos tenemos la misma comprensión de lo que ella significa? ¿Quién es el sujeto de la libertad? ¿Cómo se la construye, alcanza y ejerce? Si predomina lo colectivo, expresado en la patria o la nación, ¿qué lugar tiene ahí el individuo? Y en los casos en que se piensa más bien a la persona como sujeto de la libertad, ¿qué representa para ella la fuerza de las identidades y acciones colectivas?
Este libro tiene seis capítulos. En ellos, los autores exponemos de manera independiente enfoques distintos sobre este importante tema. Comenzamos presentando el hallazgo que dio inicio a este proyecto. Analizando los resultados de encuestas realizadas a hombres y mujeres de las áreas metropolitanas del país, encontré algo sorprendente. Siendo evidente que la escuela y la política han puesto muy poco énfasis en la libertad individual, y tomando en cuenta que en las últimas elecciones se registraron triunfos contundentes de partidos políticos de orientación estatista, nos sorprendió encontrar que una proporción muy importante de los ciudadanos tiene convicciones que podrían denominarse liberales. Que ellas no emerjan o se hagan explícitas en la política, o que no sean determinantes del comportamiento social es un nuevo problema a explicar, no una evidencia de que no existen. Y para comenzar a buscar esas explicaciones es que invitamos a varios autores a explorar los conceptos de libertad que tenemos en Bolivia.
Fernando Molina muestra en su ensayo que el ideario liberal animó con mucha fuerza el debate político en una época del país, y que si bien fue posteriormente relegado, nunca dejó de influir en el ámbito político.
El escritor Adolfo Cáceres Romero, que también ha dedicado una parte muy importante de su vida intelectual a la historia de la literatura en Bolivia, concentra su atención en este caso en la manera en que los escritores bolivianos han narrado y vivido la libertad.
En el cuarto capítulo contamos con la contribución del abogado y ensayista Luis Christian Rivas Salazar, quien estudia la evolución del sistema normativo boliviano, mostrando que el mismo ha ido relegando la confianza en el individuo a tiempo de ir fortaleciendo el intervencionismo estatal.
El economista Juan Antonio Morales se ocupa en el capítulo a su cargo de la manera en que la iniciativa económica empresarial y comercial han enfrentado los problemas que restringen la libertad económica o han aprovechado las oportunidades que ofrece la misma. A diferencia del capítulo anterior, éste permite observar que no siempre la formalidad normativa ha sido capaz de contener las aspiraciones de libertad que se manifiestan en las actividades concretas de las personas.
Finalmente. el filósofo Hugo Celso Felipe Mansilla traza un recorrido por el pensamiento boliviano buscando explicitar las nociones de libertad presentes en los autores más influyentes. El hecho de que además se hubiera dedicado a analizar las ideas de democracia pone en evidencia una conclusión fundamental: la escasa importancia que se le ha dado a la cuestión de la libertad.
Estos ensayos y estudios tienen obviamente un carácter preliminar pero en conjunto plantean un hipótesis que merece ser considerada y estudiada con más atención. Dicha hipótesis sostiene que a pesar de que el discurso oficial y la normativa formal han ido relegando las ideas de libertad, éstas tienen una persistencia extraordinaria en las prácticas cotidianas, las cuales a su vez configuran una conciencia política que es en los hechos liberal, pese a que no encuentra espacios de representación ni ambientes adecuados para madurar y convertirse en una nueva energía para el desarrollo.
Esperamos que este pequeño libro ayude a revitalizar el debate político e ideológico en el país, el cual debe contribuir a la búsqueda de un derrotero en el que encuentren cabida los ciudadanos, con toda su especificidad e individualidad, tanto como los grupos y la colectividades, con su capacidad de dar identidad y sentido a las aspiraciones de un mejor futuro.
Roberto Laserna
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